Nuestra identidad en Cristo
Desde el
principio de los tiempos hasta la actualidad, vivimos en una sociedad donde el
desarrollo ha ido en un veloz avance en cada una de las áreas de esta,
arropándonos más y más, ya sea en el área tecnológica, educativa, médica,
económica, comercial, etc. Hasta el área física y psíquica de nuestro ser. Desde
filósofos hasta los más estudiados científicos han sido pioneros en todo tipo
de avance, teniendo como motivación que el ser humano pueda vivir a plenitud y
al cien por ciento de su capacidad, ya sea para innovar o para desarrollar un
ambiente de comodidad y seguridad para sí, que al mismo tiempo lo permita
seguir creciendo en todos los sentidos.
Todo esto ha despertado
una mentalidad de dominio y gobierno distorsionada en la sociedad, donde indudablemente,
quien más conoce, más poder tiene. Pero todo este asunto viene de una pregunta
que quizás todos se han hecho alguna vez en su vida y que ha sido la base sobre
la cual el ser humano ha plantado su sed de búsqueda y alcance hasta llegar a
la verdad: ¿Quiénes somos?, ¿Qué somos? Y ¿Para qué existo?
Esas 3 preguntas
son la base para lo que hoy conocemos como “identidad”.
A medida que el hombre en su divina sed de buscar la verdad fue
construyendo conceptos y poniéndolos en práctica en su vida, distintas
definiciones y distintas ideas fueron tomando forma, sin embargo, ninguna de
estas parece haber sido suficiente por una sola razón:
“No es posible que el hombre conciba, comprenda o viva en plenitud de lo
que es, sin antes haber escuchado las razones y motivaciones de aquel que lo
creó.”
Al toparse con
esta realidad, y al no tener una aparente respuesta concreta para esas 3
preguntas, el hombre desarrollo distintas teorías escapatorias, como que la
verdad es relativa y que cada hombre tiene su propia realidad y su propio
concepto de lo que es cierto y lo que no.
La
RAE define la palabra identidad de la siguiente manera:
1. Circunstancia
de ser una persona o cosa en concreto y no otra, determinada por un conjunto de
rasgos o características que la diferencian de otras.
2. Conjunto de rasgos o características de una persona o cosa que permiten
distinguirla de otras en un conjunto.
Pero el origen de la palabra identidad proviene del latín “identĭtas” y este de la entrada “idem”
que significa “lo mismo”.
Cuando se habla de identidad, generalmente
podemos estar haciendo referencia a esa serie de rasgos, atributos o
características propias de una persona, sujeto o inclusive de un grupo de ellos
que logran diferenciarlos de los demás. Por su parte, identidad también alude a
aquella apreciación o percepción que cada individuo se tiene sobre sí mismo en
comparación con otros, que puede incluir además la percepción de toda una
colectividad; y es la identidad la que se encarga de forjar y dirigir a una
comunidad definiendo así sus necesidades, acciones, gustos, prioridades o
rasgos que los identifica y los distingue. Los rasgos de identidad del ser
humano pueden ser hereditarios o innatos de la persona, sin embargo ciertas
particularidades de cada individuo emanan de la influencia ejercida por el
entorno que lo rodea como consecuencia de las experiencias vividas a través de
los años.
Podemos
encontrar diferentes tipos de identidades en relación a la personalidad de un
individuo, entre ellas están:
La identidad
cultural: que alude a todas aquellas características en
referencia a una determinada cultura, abarca desde las creencias, costumbres,
comportamientos, tradiciones, valores que posee una cierta comunidad que
permiten que sean identificados del resto.
La identidad
personal: es aquella que posee cada persona cuando le es
otorgado un nombre y un apellido.
La identidad
nacional: hace referencia al estado o sentimiento de identidad
que tiene cada persona perteneciente a una nación o territorio que puede
incluir aspectos como su cultura y lengua.
La identidad de
género: comprende aquel grupo de sentimientos o pensamientos
en relación a una persona que le posibilitan identificarse con un género en
particular; identidad que logra diferenciarse de la identidad sexual.
Al referirnos al tema de la identidad, estos son los términos
que universalmente se manejan, sin embargo, podríamos decir que son términos
que muchas veces se contradicen entre sí. Por ejemplo, si tomamos como
referencia la definición de la RAE: “Circunstancia de ser una persona o cosa en concreto y
no otra, determinada por un conjunto de rasgos o características que la
diferencian de otras.” y la
comparamos con la definición etimológica de la misma que quiere decir: “lo mismo” o “igual a, o igual que” notamos una gran contradicción.
Claramente como hijos de Dios sabemos que
aunque pudiera ser un concepto aplicable a distintas áreas de nuestra sociedad,
sigue siendo un concepto incompleto, pues lo que sigue formando la identidad de
una persona o incluso un objeto son las
palabras, los pensamientos, las motivaciones y las intenciones de su creador al
momento de hacerlo y desarrollarlo. Al conjunto de todas estas características,
le podemos llamar propósito.
El problema está realmente en que como iglesia
del Señor, aun nos debatimos entre si nuestro Padre habla o no, si el mover del
espíritu ceso o no, o más embarazoso aún, si nuestro Señor resucito o no.
El Dr. Myles Munroe citaba en su libro “El principio de la Paternidad” lo siguiente:
“Dios es un Dios de propósito y todo
en la Vida tiene un propósito, más no todo propósito es conocido por los seres
humanos. Cuando se desconoce el propósito, el abuso se convierte en algo
inevitable, por lo tanto, si tú quieres saber el propósito de una cosa, nunca
le preguntes a la cosa, este solo se puede encontrar en la mente del Creador de
esa cosa. Necesitamos entender que nuestro propósito es la clave para la
realización total de nuestro ser.”
Vayamos al inicio de la vida del hombre en la tierra
y al concepto primordial que tenía el Padre en su mente al momento de la
creación:
“Y dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra
semejanza; y ejerza dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del
cielo, sobre los ganados, sobre toda la tierra, y sobre todo reptil que se
arrastra sobre la tierra. Creó, pues, Dios al hombre a imagen suya, a imagen de
Dios lo creó; varón y hembra los creó.” Génesis
1: 26-27
Ahondemos en el significado de estas dos palabras: Imagen y
Semejanza.
La palabra imagen
viene del latín “imago” que significa: retrato, copia e imitación. Entonces uno
puede interpretar la representación de “alguien en un espejo o en un retrato”,
como una imitación de la figura real.
A su vez se puede interpretar que, como todo lo que vemos es una
imagen, todo lo que vemos es una imitación de algo que no podemos ver.
La palabra utilizada como imagen
en el verso 26 del primer capítulo de Génesis es “Tselem”. Esta proviene de una raíz hebrea que significa hacer sombra; fantasma, i.e. (figurativamente) ilusión,
parecido; de aquí, figura
representativa, especialmente ídolo:
apariencia, figura, imagen.
La palabra semejanza está formada con raíces latinas y significa “cualidad del
que es igual”. Sus componentes léxicos son “similia” (parecido), más el sufijo
“anza” (cualidad de quien hace la acción).
La palabra
utilizada como semejanza en el verso 26 del primer capítulo de Génesis es “Demút” esta palabra hebrea significa parecido, semejanza; concretamente modelo, forma; adverbio como: apariencia, aspecto, figura,
forma, imagen, semejanza. Ésta a su vez deriva de la raíz primaria “Damá” que significa comparar; por implicación parecerse, asemejarse, considerar: acordar,
asemejar, comparar, idea, maquinar, pensar, semejante.
Esto quiere
decir que El Padre nos ha hecho iguales a Él en todos los sentidos.
Físicamente, todo lo que nos rodea es una imagen de lo que Él es, y eso nos
incluye a nosotros. Romanos 1:20 dice lo siguiente:
“Porque desde la creación del mundo,
sus atributos invisibles, su eterno poder y divinidad, se han visto con toda
claridad, siendo entendidos por medio de lo creado, de manera que no tienen
excusa.”
El ser hecho a
“Su imagen” significa que somos el reflejo de una parte de Él que no es
visible, somos la personificación de Su apariencia visual en la tierra.
Pero el ser
hechos a “Su semejanza” nos habla de que Su carácter, sus cualidades internas y
que no pueden ser forzadas ni fabricadas por mano humana, tales como el amor,
la luz, la verdad, la justicia, etc. Están en nosotros y nos hacen un espíritu,
una persona y una mente con Él.
No podemos separar el
significado de identidad de lo que es la “imagen y semejanza”.
La mayoría de los conflictos en
las sociedades suceden por que las personas no conocen quienes son, y buscan
modelos a imitar lejos del Padre para satisfacer su necesidad de Ser, olvidando
que solo el propósito es lo que determina su naturaleza, diseño y características.
“Porque somos hechura
suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de
antemano para que anduviéramos en ellas.” Efesios
2:10
Resumiendo lo leído hasta ahora,
podemos notar que claramente hay un conflicto en el tema de la identidad al
momento de definirlo. Esto porque la mayoría de las sociedades definen de
manera distinta la identidad al concepto que realmente tiene Dios.
"El mundo, los medios, expertos y cada persona con un nivel de
influencia considerable busca de empujar a cada persona a “ser distintos” a
buscar el propio camino del hombre y a satisfacer sus propias necesidades. Pero
al mismo tiempo levantan referentes con la intención de que todas estas
personas terminen imitándolo"
La verdad es que la pura esencia
de la “identidad” es el ser igual a algo, ser el reflejo de algo, más que el
ser algo que nadie es. Es cuando somos iguales a algo, que frutos empiezan a
ver la luz y nos empieza a diferenciar de otros, ya sean buenos frutos o malos.
Jesús y la identidad
Jesús siempre supo esto. Creo que
podemos estar de acuerdo en que no hubo nadie sobre la tierra como Jesús, ni lo
habrá. Creo que también podemos coincidir en que siempre tuvo su identidad
bastante clara. Pero, ¿Que decía Jesús sobre lo que él era cuando vino a la
tierra?
“Si me hubierais conocido, también
hubierais conocido a mi Padre; desde
ahora le conocéis y le habéis visto. Felipe le dijo: Señor, muéstranos al
Padre, y nos basta. Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo he estado con vosotros, y todavía no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre;
¿cómo dices tú: "Muéstranos al Padre"? ¿No crees que yo estoy en el
Padre, y el Padre en mí? Las palabras
que yo os digo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora
en mí es el que hace las obras. Creedme que yo estoy en el Padre, y el
Padre en mí; y si no, creed por las obras mismas.” Juan 14:7-11 LBLA
Jesús
nunca nos habló de su particularidad, al contrario, cada vez que alguien
trataba de alabarlo, Él hablaba de que solo hacía lo que veía hacer a Su Padre,
de que el que lo veía a Él, veía a Su Padre, que el poder no provenía de Él,
que todo era obra de Su gran Padre quien también es el nuestro gracias a Su
sacrificio.
Él sabía que todo lo que podemos llegar a
hacer tiene un solo punto de encuentro, que no hay nada en nosotros que nos
haga especial, ninguna cualidad que nos haga más valerosos, ni mucho menos nada
que nos haga destacar entre el resto de la creación. Él supo desde un principio
que el núcleo de la identidad era la imitación. Por eso les dijo a sus
discípulos que aun ellos podrían hacer mucho más de lo que El hizo, porque
tenemos el mismo Padre.
Una vez que nos encontramos con esta realidad,
nos reconectamos con la esencia y el propósito que habita en la mente de
nuestro Creador, el ser iguales a Él. Lo importante de esto es que Él es
insondable, es grande e infinito, por lo tanto, está misma cualidad es
administrada y transmitida a nosotros Sus hijos, y es ahí cuando cada uno de
nosotros comienza a diferenciarnos en acciones, trabajos y habilidades, pero en
el fondo, todos somos un mismo huerto que fue regado y sembrado con una misma
semilla.
Es por esto que el principio del satanismo no
es en sí mismo la adoración a lucifer. El principio del satanismo es la
adoración del “yo”. Cada quien es su propio dios y cada quien es y debe ser
“distinto”.
“Más no ruego sólo por éstos, sino
también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno. Como tú, oh Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos estén en nosotros,
para que el mundo crea que tú me enviaste. La gloria que me diste les he dado,
para que sean uno, así como nosotros somos uno: yo en ellos, y tú en mí, para
que sean perfeccionados en unidad, para que el mundo sepa que tú me enviaste, y
que los amaste tal como me has amado a mí.” Juan 17: 20-23
Somos
hechos en El y para EL, cuándo entendemos esta verdad se amplía nuestra visión
con respecto a nosotros mismos y a la forma como vemos y tratamos a los demás. Vivimos en una sociedad mayormente
influenciada por prototipos y estándar de modelos a imitar que nos acercan más
a diseños distorsionados y que provocan grandes vacíos en el caminar de
cada persona, separándola del diseño original de Dios.
“Pero
Dios le da un cuerpo como Él quiso, y a cada una de las semillas su propio
cuerpo.” 1 Corintios 15:38 BTX2
Dios
nos ha capacitado con atributos que nos hacen únicos y diferentes, sin que
estos términos tengan otra connotación si no la de provocar la expectativa en nosotros
de sumergirnos en la presencia del SEÑOR ya que en la medida que más conocemos al PADRE más nos conocemos a nosotros
mismos, entendiendo que nuestra identidad se basa en lo que EL es.
“Porque
está escrito: Sed santos, porque Yo soy santo.” 1 Pedro 1:16 BTX2
“Pero
a todos los que lo recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio potestad
de ser hechos hijos de Dios, los cuales no nacieron de sangres, ni de voluntad
de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.” Juan 1:12-13
Durante años la iglesia ha adoptado el
concepto de la identidad que se ha basado en las 3 principales afirmaciones:
“yo soy lo que Dios dice que soy”, “yo tengo lo que Dios dice que tengo” y “yo
puedo hacer lo que Dios dice que puedo hacer”. Pero este ha sido un concepto
errado e incompleto.
Nosotros
no descubrimos nuestra identidad cuando sabemos quiénes somos en Dios. La
descubrimos cuando sabemos quién es nuestro Padre.